La calle es un ámbito real, concreto y a la vez social y simbólico, un espacio en (y de) lucha, en el que los distintos actores buscan dejar una huella, transformarla o sobrevivirla. La ciudad, más allá de su definición moderna, urbanística y geopolítica, genera una red social en permanente transformación.
El discurso artístico ha representado, modificado e imaginado la ciudad en innumerables ocasiones, desde las proyecciones en perspectiva del Renacimiento a los edificios envueltos de Christo, de arquitecturas utópicas de Xul Solar a las señalizaciones del GAC. Pero desde finales de los ’60, no sólo ha considerado la calle como un posible espacio de circulación, sino que la ha incorporado como nuevo soporte, como significante y significado y como espacio de acción, transformando al transeúnte en espectador desprevenido, interpelándolo, enfrentándolo a la experiencia estética o a la reflexión y la denuncia.
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